Fronteras lunáticas transgredidas por el anónimo pez sin agua dibujan el sendero ilusión que se borra con el pestañeo del sol. Sin palabras, sin suspiros, sin dolor, sin camisas de fuerza de sanatorio. Es inútil tratar de comprender la caída del ocaso, la razón por la que no me invitaste o por lo menos la razón por la que no te despediste antes de partir al paraje extraviado de la muerte.
Juntos saboteamos las maquinas muertas vivientes. Alucinación dual. Se desvanece con sigilo.
Los barrotes metafísicos me golpean como rayos de luna, de noche. En el almanaque de arena está escrita la fecha con bazuco. O con esa ventana llena de arboles, de tierra, de una hermosa cascada o el rio Medellín pasando ante nuestros compartimentos de sacohol, madrugada y frio. ¡Tanto, tanto frio!
El teléfono y su timbre. Luego la pared blanca. No llegues de sorpresa a cantar una canción de queen. No llames a los problemas con tu voz transparente de animal salvaje. No me abraces con tu fuerza infantil. No aparezcas así de repente en el corredor y me sonrías irónicamente.
Sabes a fiesta terminada. Bailaste toda la noche. Entierra tus pertenencias orgánicas y pasea tranquilamente por este paraje efímero.
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