No ese conejo afanado
Tras el que se corre para crecer,
Sino aquel que me invita a respirar.
Aquel que me entera de que no estoy sumergida
Y que, aun si lo estuviese,
Puedo aspirar el medio
Y disfrutar olores y tactos.
El que me dice
“Respira, porque aún, si fuese agua,
Tenés toda la vida para olerla y degustarla”.
“Respira, porque aun si es agua,
Te alegrará y te refrescará”
“Respira, porque aun si es agua,
Eres fuerte y hermosa como las rocas”.
Te declaro mi inspirador.
No el conejo que anticipa
La entrada al sueño,
Sino aquella voz interna
Que me grita que todo es baraja de cartas
Que no hay que temer a la pesadilla
Ni a reinas tiranas, tecitos protocolarios
o relojes que afanan la llegada a ninguna parte.
Eres el inspirador que logra despertar
La conciencia perdida
Aquella antigua intuición,
Abandonada por años,
De que podemos volar:
Me lanzo al precipicio con tus palabras.
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